Trabajar dentro de los límites de las tradiciones permite cuestionar las convenciones, romper las reglas, activar cambios desde dentro. Los contextos transformados pueden cambiar la percepción de que la sastrería, que alguna vez fue emblemática del poder y el éxito, ahora puede ser usada por una nueva generación como una expresión de individualidad. Las americanas y los abrigos de sastrería se llevan con pantalones cortos, se suavizan y se hacen más informales, añadiendo una nota joven y enérgica. La prendas clásicas para el trabajo, los uniformes familiares de la virilidad, se tratan con delicadeza, mientras que las formas de toda la colección evolucionan sutilmente, modificándose casi imperceptiblemente en partes, para transformar el conjunto. El algodón puro - dril, popelina, algodón doble - se eleva, se ofrece con una nueva nobleza.
Hay vida en la ropa, vida en los tejidos, flores como símbolos de la vida misma, fugacidad que se convierte en permanencia. Emblemas de afecto y ternura, tienen la función de decoración gráfica en aplicaciones sobre la superficie de las prendas, y también de tótems, para recordar y sustituir las rígidas estructuras jerárquicas de la sastrería tradicional. Cerrando las camisas como un recordatorio de la corbata, floreciendo en las solapas, íntimas y románticas, estas flores contradicen los valores de sus predecesoras. Inspirada en el concepto japonés de Kintsugi –que significa “juntas de oro”, con la idea de honrar la imperfección y la reparación–, la fragilidad se convierte en un punto a enfatizar, una celebración de la resiliencia de la humanidad, como si las prendas estuvieran hechas de recuerdos.
No hay escapatoria a la historia, que influye en el presente y determina el futuro. Esta colección, sin embargo, propone y reacciona a una reevaluación contemporánea de la historia, al mismo tiempo que cuestiona y constituye un diálogo continuo sobre lo que define a un hombre hoy.
“We are so old, we have become young again.”
Hanya Yanagihara, A Little Life