El rojo sirve como alfombra roja..., naturalmente. Rojo en todas sus facetas, lacado y aterciopelado, aderezando un marco blanco marfil salpicado de transparencias, tonos minerales y referencias decorativas de los años 30 a los 70 propias del mundo de la Alta Costura.
A esto se suman los obligados toques romanos -mármoles, ónices, ajedrezados, geometrías metafísicas- articulados en torno a una espectacular escalera que recuerda a una fugaz cola de un vestido que impregna todo el escenario con un fascinante estampado en mármol. Como un joyero anidado, un Salón Rojo vestido de terciopelo escarlata vibra en el corazón de una puesta en escena cuidadosamente diseñada para encarnar la herencia y el contexto parisino.